21 julio 2005

Caminos

Todo nuevo camino es un desafío, una invitación al cambio, al crecimiento.
También es una decisión de vida, un decidirse a enfrentar lo nuevo, con los miedos que ello conlleva.
Y no hay garantías de éxito, pero tampoco de fracaso.
Sólo hay lo que el mundo nos regala y lo que nosotros creamos.
Creemos entonces caminos de rosas, pero sin espinas.
Creemos senderos de brisa, pero sin tempestad.
Creemos surcos en la tierra en donde sembrar.

18 julio 2005

Recuerdos

Pensamos en nuestra propia mente como en una casa de tesoros que nunca se borraran. Pensamos en nuestra vida como una antigua película que podemos rebobinar para volver a mirar. Pero cuando lo intentamos algo parece faltar. Una extrañeza nos invade, nos atrapa. Empezamos a dudar. Aquello que nos parece lejano y difuso ¿alguna vez lo hemos vivido?Con el tiempo los recuerdos cambian, mutan. Ya no son fieles a aquella realidad que vivimos y que no podemos recuperar, aunque la sospechamos.Llegamos a dudar de nuestros propios recuerdos, tan plagados de conceptos, dramatizaciones y selectividad. Cuando tratamos de recordar detalles, nos damos cuenta de que han desaparecido. Sobre experiencias malas, recordamos mucho y muchos detalles que agregamos tiempo después. Pero cuando intentamos recordar las buenas, esos momentos que en el fondo sentimos que hemos vivido, ya no aparecen, se han ido y no se pueden recuperar.Miramos extrañados nuestra vida... nuestro pasado. A veces, para sentirnos vivos, tratamos de recuperar instantes pasados en los que realmente sentimos momentos intensos de felicidad. Pero ya no están. Pareciera que sólo podemos hilar aquellos recuerdos y sentimientos que nos unen a personas que siguen formando parte de nuestra realidad cotidiana. Y aún así, cuando conversamos con ellos, nos damos cuenta que los recuerdos que creíamos unirnos en realidad son muy difusos, diferentes, hasta a veces, contradictorios. Pero aún así maravillosos.¿Pero que pasa con los recuerdos de gente que hemos dejado en el camino? Maximizamos los buenos de aquellos que consideramos buenos, y exageramos los malos de aquellos que nos lastimaron. Pero hoy, ¿qué maximizamos o exageramos? ¿sentimos que estamos vivos? Cuando estar vivo es sentir la vida en toda su intensidad, ¿qué hacer si no la encontramos en el presente? A veces nos convencemos de que siempre fue así, o que ser así es como debe ser. Pero en el fondo de nuestro corazón sentimos que falta algo, sentimos que no es así, pero también sentimos que no sabemos como es.

17 julio 2005

Abriendo puertas

Abre puertas y espía que hay detrás.
No les temas, pero espía.
La vida es una sucesión infinita de puertas cerradas, semiabiertas o entornadas. Difícilmente encontremos puertas completamente abiertas, salvo las que nos han abierto otros y nos han invitado a entrar. Y a veces entrar es como encerrarse. Ellos han elegido por nosotros sin que nos demos cuenta. Pensamos que es el curso natural de las cosas. Que otros señalen nuestros caminos, nuestro caminar. Y no esta mal.
Desde que nacemos necesitamos esa primer guía, esa primer indicación. No sólo la necesitamos, sino que la exigimos: ¿qué ropa de pongo mamá? ¿esta bien que diga tal cosa cuando me preguntan tal otra? Si bien en los primeros años de la adolescencia nos sentimos oprimidos por tanta indicación, y nos creemos capaces de revelarnos contra el mundo y de saber que puertas debemos abrir, al cabo de unos años nos damos cuenta, aunque no lo reconozcamos, que lo que en realidad hacemos es buscar nuevas fuentes que nos indiquen por que caminos transitar.
Maestros, amigos, vecinos, estrellas de televisión o cine, le danos voz a quien pueda indicarnos un camino útil, o que lo parezca. Pero los años siguen pasando, miramos las puertas abiertas, nos reprochamos por haber traspasado algunas y pensamos que no existen muchas otras. Creemos que las abiertas son casi las únicas que se podrán abrir. Intuimos en el fondo de nuestro corazón que debe haber otras. Miramos a nuestro alrededor y vemos que otros han abierto otras. Pero, nos decimos, ellos tuvieron más suerte, una mejor familia, más dinero, más belleza, inteligencia, mejores contactos.
Dentro de nuestro campo de percepción la cantidad de puertas es cada vez más limitada. Y reaparece el dolor no ya del adolescente frustrado sino del adulto vencido. Es lo que me toco, se escucha por allí. Fulano tuvo más suerte que yo, que le voy a hacer. A ella siempre le fue bien, nació con estrella, otros no.
Y así iniciamos nuestra vida adulta compadeciéndonos de nosotros mismos, resignando ilusiones y sueños por culpa del azar.
Quizás deberíamos volver un poco a ser niños. Comenzar a dibujar muchas puertas en un papel. Ponerles nombre, señalar caminos. Dar vuelta el papel y seguir dibujando puertas. Luego, sentarnos tranquilos con un café en mano, mirar los dibujos a distancia, reflexionar, analizar. Escuchar lo que el tacto de nuestras manos con el lápiz y el papel nos tiene que decir. Quizás nos demos cuenta que tenemos el poder. El poder de imaginar, de crear, de dibujar puertas y caminos, de inventarlos. Finalmente, quizás comprendamos que tenemos el poder de elegir cual deseamos abrir.